La brecha digital no solo se refiere al acceso a la TIC, sino también el acceso a ella, en este sentido implica:
-Infraestructura: Debe existir una infraestructura de telecomunicaciones y redes.
-Accesibilidad: Debe existir la posibilidad de acceder a los servicios que ofrece la tecnología.
-Formación: Poseer habilidades y conocimientos para hacer uso de la tecnología.
Según el estudio Informe Brecha digital social y defensa de los derechos humanos de la ONG Acción Social —basado en datos del Instituto Nacional de Estadística—, sólo el 69,7% de las personas de entre 65 y 74 años tenían acceso a Internet en 2020, una tasa muy lejana a la franja de edad de entre 16 y 24 años que era de un 99,8% . Además, el 7,8% de las personas en esta franja de edad —entre 65 y 74— no tienen habilidades tecnológicas y el 60,2% tienen habilidades bajas, frente al grupo joven en el que solo el 0,2% no tiene habilidades y el 10,6% las tiene bajas.
El II Barómetro del Consumidor Senior de la Fundación Mapfre asegura que el acceso a internet por parte de los consumidores mayores de 55 años ha aumentado en un millón de usuarios desde el comienzo de la crisis sanitaria, aunque no así la utilización de los principales servicios digitales como banca online, e-commerce o redes sociales, que permanecen en porcentajes similares a 2020. De los más de 15 millones de españoles con más de 55 años, más de 6.000.000 no tienen acceso a Internet y entre ellos el porcentaje de más de 65 años es abrumador.
El problema no afecta solo a los bancos. El último informe de Cáritas y la Fundación Foessa indica que la brecha digital se ha convertido en un nuevo factor de exclusión social; una especie de analfabetismo del siglo XXI que la pandemia de la covid-19 y el proceso acelerado de digitalización han intensificado en casi todos los ámbitos de la vida cotidiana.
Un 35% de la población —es decir, uno de cada tres ciudadanos— se siente afectada por lo que se denomina apagón digital. La expresión designa no solo el hecho de no disponer del instrumental apropiado (móviles suficientemente competentes, por ejemplo), sino carecer de una conexión adecuada o de las habilidades necesarias para su manejo.
Un 17% de los hogares en exclusión severa manifiesta haber perdido oportunidades de empleo, formación o incluso de ayudas por mala conexión a internet. Esa brecha podría intensificarse en los próximos años ante un modelo de recuperación que pone la digitalización en el centro de la vida económica y social y es una de las prioridades del Gobierno en su estrategia de transformación y mejora de la productividad.