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Antonio Sánchez Cabaco: "Siete de los diez factores más relevantes del binomio salud-enfermedad en adultos mayores dependen de los estilos de vida"

31 de mayo de 2024

El catedrático de Psicología de la Universidad Pontificia de Salamanca ofreció un curso en la UNED de Tudela sobre el abordaje del envejecimiento saludable y patológico

Antonio Sánchez Cabaco, catedrático de Psicología de la Universidad Pontificia de Salamanca, afirma que nuestra sociedad tiene encima de la mesa retos sobre el envejecimiento que todavía no han calado demasiado en la ciudadanía. Ni tampoco en quienes tienen que orientar las políticas sociosanitarias para afrontar un futuro, que ya es presente, en el que la población está cada vez más envejecida y las previsiones de longevidad no paran de crecer. De todo ello ha hablado esta semana en el curso Abordaje integral del envejecimiento saludable y patológico: screening y terapias no farmacológicas, en el que planteó que los cambios sociodemográficos vivimos durante las últimas décadas plantean la necesidad urgente de responder a los retos del envejecimiento y del aumento de la longevidad en los países desarrollados.

¿Estamos preparados, como sociedad, para una población envejecida y para una longevidad que va en aumento?

El reto sociodemográfico que plantea la tasa de longevidad de las sociedades de los países desarrollados en el siglo XXI requiere afrontar desafíos que no están suficientemente visualizados en la opinión pública y en los responsables de implementar las políticas sociosanitarias. Falta debate y consenso en este ámbito.

¿Cuáles son los principales riesgos que afrontamos dentro de la coyuntura en la que vivimos, en la que cada vez crece más el porcentaje que supone la población adulta mayor?

La mayor longevidad es un logro que presenta desafíos, por lo que no se pueden seguir modelos de las década de los setenta del siglo pasado, cuando la longevidad media tiene tasas crecientes. Repensar campos ecónómicos, sociales, sanitarios y educativos es una obviedad imprescindible, y no de forma separada, sino globalizada.

Está muy claro que hay dos grandes vías para envejecer: de forma sana y autónoma, o con patologías y dependencias. En nuestros días, ¿cuál de estas dos realidades es la más presente? En el futuro más próximo y si no se toman medidas, ¿habrá alguna que se imponga sobre la otra?

Ambas realidades están presentes en nuestra sociedad. La clave de afrontar activamente el desafío del envejecimiento en este momento es priorizar los esfuerzos hacía la primera opción. Hay mucha evidencia científica sobre las pautas a seguir para conseguir un envejecimiento saludable. De hecho, siete de los diez factores más relevantes del binomio salud-enfermedad en adultos mayores dependen de los estilos de vida. La educación sanitaria, la prevención y la promoción de la salud deberían convertirse en prioridades de las políticas públicas.

¿Cuáles son las principales patologías que sufren actualmente las personas que llegan a una edad adulta elevada?

Las patologías ligadas a los grandes síndromes geriátricos son realidades necesarias de atender y de dedicar profesionales y recursos. Pero las realidades sociales marcan también otras prioridades en salud mental que deberían tener mayor visibilidad en el caso de los mayores: el problema de la soledad, las tasa de suicidio creciente, discriminación (edadismo), brechas digitales e intergeneracionales, etc. 

¿Qué procesos se hacen necesarios para trabajar de manera precoz y evitar que los problemas se vuelvan más peliagudos al llegar a esas edades?

En lo que tiene relación directa con lo abordado en el curso, se ha enfatizado el importante papel de la detección precoz del inicio de los procesos de demencia, esa frontera del envejecimiento normal al patológico que denominamos deterioro cognitivo leve. Y dada la comorbilidad (presencia de dos o más enfermedades al mismo tiempo en una persona) que puede aparecer en esa etapa del ciclo vital, se deberían establecer programas de cribado poblacionales y el uso de unidades centinela en los sistemas de Atención Primaria de Salud para su detección precoz.

Las terapias farmacológicas, ¿son una parte fundamental de las soluciones, o han de ser únicamente un apoyo a otros procesos y otros planes de trabajo?

Las terapias farmacológicas pueden estar indicadas y son imprescindibles en muchas de las patologías que presenta el adulto mayor. Si nos referimos exclusivamente al campo de la demencia, su eficacia es decreciente a medida que el proceso de neurodegeneración aumenta. Esta es la razón por la que las inversiones en ensayos clínicos de nuevos fármacos se hacen en estadíos más precoces.

¿Qué calidad de vida nos espera cuando lleguemos a edades elevadas, si no modificamos desde ya nuestra forma de vida, o la Sanidad actúe en etapas más previas?

Además de las condiciones económicas y sociosanitarias concretas para un envejecimiento saludable, es necesario mantener dos pilares: identidad y autonomía. Como ejemplo de la evidencia de este modelo, que hemos desarrollado e implementado con el Ayuntamiento de Salamanca desde el año 2020, aumentar la responsabilidad del autocuidado e incrementar las reservas (cognitiva, física, emocional y motivacional) son una vía para mejorar la calidad de vida percibida y el bienestar.

¿Hasta qué punto puede una detección precoz evitar que las patologías se desarrollen? ¿Puede hacerlo, o solo minimizar sus impactos?

La detección precoz permite que se puedan implementar terapias farmacológicas y no farmacológicas que puedan mantener el statu quo o retrasar el desarrollo de estadíos posteriores de la demencia. No es posible en este momento un abordaje curativo, pero sí estabilizador o paliativo, según el estadío de desarrollo, combinando ambos tipos de abordajes terapéuticos, que son complementarios.

¿Qué otras terapias, no farmacológicas, se pueden llevar a cabo para ayudar a paliar el envejecimiento dependiente? ¿Sus resultados son efectivos?

Las terapias no farmacológicas tienen ya un alto grado de evidencia en las aplicaciones a procesos de envejecimiento normal y patológico. Y este desarrollo, que debe seguir los criterios de rigor exigibles a cualquier intervención (fundamentación teórica, diana terapéutica específica, componentes del programa, etc.), se ha conseguido tanto en las centradas en dimensiones cognitivas (estimulacón y rehabilitación), como en las emocionales (reminiscencia) o en las dirigidas al cuidador (familiar o profesional).

¿Cómo deberían formarse los profesionales que atenderán a esas personas mayores en un futuro? ¿Cuáles son los campos en los que tendrían que especializarse o en aumentar sus conocimientos para mejorar su atención a esas personas llegado el momento?

Los campos de especialización están definidos tanto desde el plano médico (geriatra) como del psico-social (gerontológo). Es en el resto de profesionales implicados en la atención al adulto mayor donde se necesita especialización y la necesidad de abordajes multidisciplinares de convergencia, donde los sistemas de cuidado se planteen de forma transversal, siguiendo un enfoque integrador (biopsicosocial y espiritual).