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“El camino, decía Cervantes, es siempre mejor que la posada, y el camino, en el siglo XXI, no debería pasar por el mito ni el saqueo sectario o regionalista del pasado sino por el ejercicio público de la razón y el sentido universal de ciudadanía”

  • Entrevistamos a Fernando García de Cortázar, Catedrático de Historia Contemporánea de la Universidad de Deusto y Premio Nacional de Historia 2008, que ha impartido en la UNED de Tudela la conferencia “Los mitos en la Historia de España”.
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18 de mayo de 2011

“Un humanista con gran curiosidad por el pasado, la literatura y el arte”. Así se define Fernando García de Cortázar, Catedrático de Historia Contemporánea de la Universidad de Deusto y Premio Nacional de Historia 2008.

Su sensibilidad poética le ha permitido acercar la historia de forma atractiva al gran público. Tiene en su haber unas cuantas decenas de libros publicados y muy leídos, entre ellos, el popular "Breve historia de España", Premio Nacional de Historia en 2008.

Amable y alegre, el historiador mantuvo absorta a su audiencia del Salón de Actos de la UNED de Tudela con su ponencia sobre “Los mitos de la historia en España”.

¿Cuánto hay de realidad y cuánto de interpretación subjetiva en la Historia? ¿Cómo se construyen los mitos de la historia?

Los mitos se entretejen, tejiendo y destejiendo el tapiz de la historia, entre disputas teológicas, delirios de progreso, sueños racionalistas y recuerdos de esperanzas. Los mitos no son falsas creencias acerca de nada, sino creencias en algo, símbolos santificados por la tradición y la historia. Los mitos son hechos de nostalgia, creaciones contra el absolutismo de la realidad. Fábulas, según el diccionario de la lengua española, predominantemente de carácter religioso o relatos que desfiguran lo que es una cosa y le dan apariencia de ser más valiosa o más atractiva. Los mitos de los que hablo responden a la segunda definición que recoge la Real Academia Española en su diccionario; giran sobre leyendas y narraciones que distorsionan el pasado, entorpecen su conocimiento, lo derrumban de otoños o lo engrandecen de glorias. Historias creadas por intelectuales para hacerlas pasar por verdad, historias que arraigaron en la biblioteca y la tertulia y que muchas veces terminaron atrapando a sus propios inventores. La clave de este universo no es sólo el de la manipulación y el arrebato sentimental, sino también el del olvido y la amnesia”.

Identidad nacional, nación, patriotismo, nacionalismo… ¿cómo se crea la nación española?

“No es que haya historias nacionales porque hay naciones, hay naciones porque hay historias nacionales. La nación no es; se construye. Y se construye, en gran parte, a través de la transmisión de una memoria pública. Sin embargo, extrañamente, el Estado español nacido de la transición dejó en manos de las Comunidades Autónomas el principal instrumento de nacionalización del imaginario: esta transmisión de la historia. El problema se plantea con especial virulencia en Comunidades Autónomas cuyos gobiernos están embarcados en explícitos proyectos de construcción nacional, en cuyo caso la negación histórica de la nación española se convierte en objetivo prioritario. Sin embargo, y de esto se habla menos frecuentemente, la misma lógica localista y de implícita negación de una comunidad imaginada más amplia se da también en los sistemas educativos del resto de las Autonomías, por motivos ideológicos o metodológicos de concepción de la historia.

El Estado, de hecho, había ya abandonado la idea de utilizar las clases de historia como elemento de identificación nacional mucho antes de que se produjese el traspaso de competencias educativas a la mayoría de las comunidades autónomas. Los libros de historia escritos para BUP después de 1978 son narraciones cronológicas neutrales, que respetan el pluralismo cultural y político de la historia de la península, analizan las causas estructurales y las consecuencias sociales y políticas de su heterogéneo desarrollo económico y rehuyen las teorías metahistóricas sobre la historia y la identidad nacional . Todo ello perfecto desde la perspectiva de la historiografía académica.

Pero, ¿qué ocurre cuando las historias de las Comunidades Autónomas no respetan el pluralismo cultural y político de la historia de la península y no rehuyen las teorías metahistóricas sobre la historia y la identidad nacional? Ocurre que el sistema educativo deja de “hacer” españoles para hacer catalanes, aragones, vascos, andaluces, gallegos, extremeños”.

¿Somos fatalistas los españoles con respecto a nuestra propia historia?

Sí, en parte por la idea de la decadencia española, otro mito. Es una historia de niebla que se mueve por un océano de papel, de naufragios; una historia que lleva mucha muerte dentro, como un réquiem que asciende por los reinos de los Austrias al caer el siglo XVI, dobla el XVII, enlaza la monarquía de los Borbones en el XVIII y encadena la nación liberal del XIX hasta asfixiarla despiadadamente, hasta dejarla “sin pulso” el año 1898. El mito arrastra, por tanto, diversas épocas”.

¿Y a qué se debe este pesimismo?

“Las supuestas causas generadoras de esa decadencia resultan también diferentes, elaboradas por autores que no son ajenos a fuertes motivaciones religiosas, económicas, políticas o puramente literarias. Hay quien ve sus raíces en la expulsión de los judíos y los moriscos. Hay quien cree descubrirlas en el hallazgo de Colón y la conquista del Nuevo Mundo o en la aversión hacia las actividades comerciales y los oficios manuales de los españoles, supuestamente obsesionados por su condición caballeresca e hidalga. Hay quien sitúa la responsabilidad en el delirio armado de los Habsburgo y su afán por preservar el Imperio, en el absolutismo de Felipe II y el ideal de la Contrarreforma, que habría traído un aislamiento cerril con respecto a Europa. Hay incluso quien se remonta a la época de los Reyes Católicos o más allá, a la difusa era de los visigodos. Quien arguye que la decadencia es obra de la Inquisición o apela a la economía y a la inexistencia de una burguesía emprendedora. Quien recurre al jesuitismo, al odio cainita de los españoles, al declive americano y al desgajamiento de la colonias, al Desastre del 98, a la desvertebración de España o a los privilegios y las desigualdades de siglos...”

¿Cómo le gustaría a usted que los españoles contemplasen la historia de nuestro país?

“Mi deseo es afirmar una nación sin fábulas y leyendas, donde la razón predomine sobre la ingenuidad y el ciudadano suplante de una vez por todas a la tribu. El presente de cualquier nación lo definen sus ciudadanos, no las voces ancestrales de su tierra, la historia de la vida en común, no la memoria impostada de la teología nacionalista; la convivencia integradora, no la soledad del campanario. El camino, decía Cervantes, es siempre mejor que la posada, y el camino, en el siglo XXI, no debería pasar por el mito ni el saqueo sectario o regionalista del pasado sino por el ejercicio público de la razón y el sentido universal de ciudadanía”.

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