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“Para manejar la herencia de una guerra civil no hay que intentar que todo el mundo coincida. Lo que tiene que haber es un acercamiento en el que todo el mundo pueda exponer y cultivar su propia memoria. (…) Una sociedad democrática tiene que acostumbrarse a cargar con todo su pasado

El Catedrático de Historia Social y del Pensamiento Político de la UNED, Santos Juliá, ha sido el encargado de impartir la conferencia “Para poner fin a la guerra…” en la UNED de Tudela.

28 de septiembre de 2016

Dentro del programa de Cursos de Verano 2016, la UNED de Tudela ha celebrado la actividad "Para poner fin a la guerra..."; durante la misma, se ha analizado un momento decisivo de la Guerra Civil española.

“Los hechos son los intentos de llegar a una paz a través de la mediación, y que pusieron en marcha el presidente de la República y el presidente del Gobierno. Manuel Azaña tenía la idea de que la guerra debía terminar sin vencedores ni vencidos; Juan Negrín pensaba que, siendo la guerra de España una especie de “primera batalla” de una guerra que iba a tener lugar por la invasión alemana e italiana, lo que había que hacer era provocar una intervención directa de las potencias democráticas para obligar a las tropas alemanas e italianas a irse del país. Ninguno de los dos lograron éxito: la guerra civil terminó con una victoria y una derrota, y eso claramente influyó en 40 años de postguerra”.

Así lo explica Santos Juliá, Catedrático de Historia Social y del Pensamiento Político de la UNED, y uno de los mayores expertos en las figuras de Manuel Azaña y Juan Negrín.

“Azaña fue quién despertó mi curiosidad por saber qué había ocurrido durante la República. Eso fue a finales de los años 60, cuando llegaron las obras completas de Azaña a España y se vendían de tapadillo en las librerías; he trabajado en otros campos, pero Azaña siempre ha estado ahí. De hecho, me ocupé de editar las Obras Completas; existía una edición de México, pero faltaban discursos y muchas piezas que fui recopilando. También escribí una biografía de su vida… Azaña ha sido el eje central de mi interés por los años 30”.

Santos Juliá es autor de numerosos trabajos sobre historia política y social de España durante el siglo XX, así como de historiografía. Su extensa obra literaria y ensayística abarca temas como la violencia política, las víctimas de la guerra civil y la memoria.

“La memoria tiene una clara diferencia con la historia. La memoria es la manera en que uno mira a un pasado, que tiene un sentido en la actualidad para nosotros; es decir, el recuerdo de ese pasado llena nuestra vida de sentido. La historia es conocer el pasado, incluso aquello que pueda herir tu memoria. Como decía el filósofo francés, Paul Ricoeur, “La manera de acercarse al pasado tendría que ser una memoria instruida y frecuentemente herida por la historia”; que lo que afecta a los míos no implique que me olvide de los otros. En este sentido, la historia nos induce a salir de nosotros mismos y a conocer lo que pasó nos hiera, nos guste o nos produzca rechazo”.

Su dedicación a narrar historias de intelectuales, desde la revolución liberal hasta la generación de 1956, le valió el Premio Nacional de Historia en 2005 por su obra “Historias de las dos Españas” (2004).

“Una guerra civil divide a una sociedad; la escinde a muerte. Para manejar la herencia de una guerra civil no hay que intentar que todo el mundo coincida y que haya un relato consensuado. Lo que tiene que haber es un acercamiento en el que todo el mundo pueda exponer, fomentar y cultivar su propia memoria. Hay cultivos de la memoria que glorifican hechos criminales, como algunas estatuas que permanecen cuando ese Estado desaparece. Todo aquello que sea conmemorar públicamente y obligar a una sociedad a que conmemore públicamente algo que significa una rebelión militar o una represión criminal, no puede estar en sitios conmemorativos. No hay que negar que estén en algún lado, pero para eso están los museos o los centros en los que se aprende qué paso y quién estuvo allí; creo que es posible ese acuerdo, lo fue durante algún tiempo. Si hay gente que quiere sacar partido político de eso, hará la lucha en ese sentido; pero una sociedad democrática tiene que acostumbrarse a cargar con todo su pasado”.