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"Mi obra nace de una forma de ver la vida"

Entrevista con el artista Jorge Rodríguez-Gerada, que visitó nuestro Centro a comienzos de junio para realizar uno de sus grandes murales efímeros e inaugurar la exposición "La identidad de la memoria colectiva"

11 de julio de 2006

Este cubano-neoyorquino, que ha realizado obras en Estados Unidos, Madrid, Barcelona o Buenos Aires, es uno de los artistas más representativos del arte contemporáneo actual. Sus grandes murales efímeros a carboncillo, que van desapareciendo lentamente, perviven en la memoria colectiva de los habitantes del lugar. Pero no sólo realiza murales. Del 9 de junio y hasta el 21 de julio la UNED de Tudela expone varios trabajos suyos en madera así como varias fotografías de sus proyectos realizados por todo el mundo. La exposición incluye, además, un vídeo-documental realizado por Ana Álvarez Errecalde en el que es posible acompañar al artista durante la ejecución de sus trabajos. [Nacido en Cuba y criado en Nueva York ¿tuvo algo que ver la Revolución cubana?]

Nos marchamos algo después. Fue una decisión que tomaron mis padres tras la muerte del Che, porque ya no creían en la Revolución. Teníamos familia en España, pero con la Dictadura franquista tampoco quisieron ir allí y cambiar una dictadura por otra. Por eso, finalmente, se decidieron por Estados Unidos.

[¿Cómo fue tu infancia en los EEUU?]

Fue una infancia un poco extraña. En aquellos años había pocos hispanos y la cultura latina no se había instalado todavía, lo cual me hacía resultar chocante para la mayoría de mis compañeros.

Intenté amoldarme a esa cultura (de ahí mi acento actual), y a partir de los doce años apenas hablé el castellano. Fue, sobre todo, para evitar conflictos, ya que los chicos en la escuela eran muy agresivos.

Todo ello cambió mucho en la universidad, cuando intenté buscar mis raíces. No dejaba que nadie me llamara George, sino Jorge, y, empecé a ser más crítico con las cosas que me pasaban.

[Hablemos de tu obra ¿cómo fueron tus orígenes como artista?]

Mi obra nace de una forma de ver la vida. Cuando vivía en Nueva York estaba muy harto de la manipulación publicitaria utilizada para vender productos. Se hacía y se hace de una manera muy oscura. Por ejemplo, los alimentos más dañinos, como la comida basura o el alcohol, son mucho más publicitados en las zonas pobres que en las ricas.

Pensé cómo podía plasmar mi rechazo a ese tipo de cosas a través del arte. Empecé con un grupo que se llamaba Art Fuck. Utilizábamos ese nombre porque no era nada comercial y nos hacía sentirnos libres e independientes. Comenzamos haciendo lo que se llamaba Culture Jamming (interferencia cultural). Cambiábamos los mensajes de carteles y pancartas o de las señales de tráfico, pero de manera inteligente, muy estudiada. Sacábamos fotos de los originales y pensábamos qué queríamos decir. Para ello, utilizábamos los mismos colores y las mismas fuentes tipográficas de los anuncios, y cuando hacíamos el cambio no era como un graffiti, sino que el mensaje estaba perfectamente integrado, parecía el lema real de la propia empresa, que advertía sobre lo dañino de sus productos.

Nuestras actuaciones tuvieron bastante impacto, por lo que se difundió rápidamente entre los medios. Conforme íbamos actuando, me di cuenta que a las empresas a las que estábamos criticando les importaba poco lo que hacíamos porque el público todavía prestaba atención al logo, a la marca. No les importaba que hablaran bien o mal de ellos, sino que hablaran. Por eso busqué otra forma de crítica. Yo llevaba el tema de una manera muy personal, muy seria, pero al final se convirtió en algo cómico, con todo el mundo esperando, empresas incluidas, a ver cómo cambiábamos las pancartas. Las propias compañías comenzaron a utilizarlo y a hacer campañas de publicidad como si alguien les hubiera cambiado los mensajes. Me distancié un poco de mis compañeros de movimiento y me fui alejando. Ahí fue cuando comencé mi propia carrera.

Tras ello, estuve casi tres años sin crear arte ya que no me gusta hacer por hacer, ni producir obras sólo para vender. Me parece bien concebir arte para que sea bello, pero considero que el arte debe permitir pensar, provocar ideas y reflexiones a la gente de nuestra época, para que sea realmente arte contemporáneo, algo que han hecho los artistas importantes de cada momento histórico, que trataron de plasmar en su obra los problemas o las alegrías de su época.

[¿Te especializaste entonces en los murales?]

Mi obra no son sólo los grandes murales efímeros. También realizo obras que tienen más que ver con las performance o el arte conceptual, y además obras abstractas que tiene que ver con las texturas, algo que me encanta, y que son muy importantes en los murales, ya que no funcionarían bien si no tuvieran la historia de la pared como fondo con los años de lluvia y viento, la falta de cuidado y de pintura... Me gusta que el carboncillo se funda con la historia de esa pared.

[¿Qué dificultades te has encontrado para realizar tus obras?]

Lo más complicado casi siempre es conseguir el permiso para utilizar el solar y la pared o medianera, sobre todo el municipal. Los responsables de la mayoría de ciudades, antes de ver la obra, piensan que va a ser como un graffiti, y tienen bastantes reticencias.

Mi último trabajo antes de Tudela lo hice en Madrid, en la calle Fuencarral, y fue muy complicado. Tuve que buscar yo mismo el lugar y solicitar todos los permisos. Era un proyecto muy grande, que se complicó muchísimo. Al final, entre el frío, la nieve y los propietarios del solar que no llegaban a un acuerdo, el proyecto, que tenía que haber durado máximo un mes, se extendió a tres meses. Los trámites pueden llegar a ser agobiantes.

Aquí en Tudela no he tenido esos problemas, al ser una ciudad más pequeña, donde todo el mundo se conoce. La manera, además, en que la UNED me ha ayudado y la implicación de todos, incluidos los propietarios del solar ha sido increíble. Fíjate que el piso cambió de dueños y no pusieron ninguna pega.

[¿Influye el hecho de que sea una ciudad pequeña?]

Desde luego. Hay menos anonimato y se conocen casi todas las personas. El Casco Antiguo de Tudela es un lugar con mucha identidad. En ciudades grandes como Madrid o Buenos Aires la gente se relaciona menos, no quieren problemas, ya tienen suficiente con los suyos.

Me ha sorprendido la manera de venir y hablarme. Son gente muy abierta, que te pregunta y quiere conocerte.

[¿Cómo elegiste a Jabonero para el retrato?]

En mis obras el protagonista debe ser del lugar. Una persona común, del montón, y que tenga un enlace fuerte con el lugar donde vive. Generalmente voy una semana o quince días antes al lugar para elegir a la persona pero, en el caso de Tudela, se me complicó. Le pedí al coordinador de Extensión Universitaria, Javier Briongos, que me enviara fotos de gente de Tudela. En una de ellas me llamó la atención una persona, que era Jabonero. Pese a no ser un personaje totalmente anónimo en Tudela, no es un personaje famoso. Me encantaron su cara y sus rasgos, y me decidí por él.

Cuando se lo comunicamos a él le pareció buena idea. Es la primera vez que hago a distancia esta parte del proceso, pero me gusta que sea diferente cada vez.

[¿Cuál es la intención de tu obra?]

Podríamos hablar de una doble intención. Por un lado, se trata de una manera de producir arte que pueda involucrar a todo el mundo, tanto a la gente que está en el mundo del arte como a la gente que no lo está. Todo el mundo puede entenderlo y le llama la atención de muchas maneras: por lo espectacular y detallado del dibujo; por el hecho de que vaya a desaparecer o por el hecho de que sean de personas que no han hecho nada especial.

La gente que no está acostumbrada a ver un trabajo tan difícil, con una idea muy pensada detrás, y se involucra mucho en el proceso.

Por otro lado, la intención principal de la obra es hacer una crítica directa a la manera en que nos manipulan para influir en nuestras identidades. Hay ropa que la gente relaciona con la riqueza, y que se compra sólo para demostrar que tienes dinero. Lo externo, la manera en que te vistes o cómo te cortas el pelo te asigna una categoría social u otra. La sociedad nos pone como ejemplo de lo que debemos ser a gente que es casi imposible de igualar, porque la genética te da lo que te da.

También me molesta que la gente que da su imagen para promocionar un producto lo haga simplemente porque les pagan. Nunca piensan en qué es el producto o lo que va a producir en la población. Es una crítica directa a todo esto, y por eso retrato a gente corriente. Es importante que para mí que la gente que elijo salga en televisión, en radio, en entrevistas... que se vea que son gente que habla, que respira... No son ejemplos a seguir, sino iconos, símbolos.

Me encanta, además, la casualidad, la arbitrariedad de las cosas que te pasan en la vida. Jabonero nunca imaginó que sería retratado, y lo mismo ha pasado con el resto de personas.

[Es, por tanto, una forma de reivindicar al hombre corriente]

En el momento actual los que tienen el poder político y militar sienten que el individuo no importa, y pueden matar personas para cambiar la dirección o la forma de pensar de una población entera.

Yo considero que cada persona es importante, y nadie vale menos que nadie. Las personas sencillas son las que han hecho la historia. Los padres que trabajan para dar de comer a sus hijos y darles una buena vida, con un gran esfuerzo, me parecen auténticos héroes. A veces la vida te da situaciones muy duras, y aún así la gente ríe y entre ellos hay amor y alegría.

Igual que algún jefe de estado puede lanzar misiles de millones de dólares como quien bebe un vaso de agua yo hago estos dibujos.

[Muchas gracias]

A vosotros, es todo un placer estar en Tudela.