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Ricardo Hidalgo Ottolenghi: “La personalización de la formación es el futuro, y el futuro está hoy mismo”

El rector de la universidad UTE de Ecuador pronunció la lección inaugural de la apertura del curso académico 2023-2024 de la UNED de Tudela

20 de octubre de 2023

El currículum de Ricardo Hidalgo Ottolenghi, rector de la universidad UTE de Ecuador, es sencillamente inabarcable. Formado en Navarra como médico, ha fundado durante su carrera dos facultades de medicina, es firme defensor de una metodología que pone al alumno en una posición mucho más práctica durante su formación, y apremia a los futuros médicos de su universidad a que se formen durante más de dos meses en un hospital ubicado en plena selva amazónica. El pasado martes 10 de octubre, fue el encargado de pronunciar la lección inaugural del acto de apertura del curso académico 2023-2024 de la UNED de Tudela.

¿Qué siente al dar la lección inaugural en la UNED de Tudela?

Para mí, es un honor estar aquí. La UNED es una de las universidades más grandes no solo de España, sino también de Europa. Y vengo contento, porque regreso, después de 30 años, a Navarra. Me formé en la Universidad de Navarra, hice un doctorado y también la especialidad de Cardiología. Me he dedicado también a la educación superior, por lo que hay varias coincidencias con el director de la UNED de Tudela. Nos conocimos en la residencia, en la Clínica Universidad de Navarra, y tenemos una amistad desde hace muchísimos años. Él también se ha dedicado a la educación superior, es médico y educador, igual que yo. Así que estoy muy contento.

¿Es un viaje especial volver a Navarra?

Sí, es un viaje especial. Esta mañana he ido a visitar a la rectora de la Universidad de Navarra. Además, ha sido una casualidad inmensa, porque una persona que trabajó conmigo también nos acompañó. Se trata del sacerdote capuchino Manuel Amunárriz. Él es sacerdote, médico y biólogo, y de la segunda promoción de la Universidad de Navarra. Y trabajó conmigo en Ecuador, ya que fue director de un hospital en la selva amazónica, el Franklin Tello.

Usted envía a los médicos que estudian en su universidad a trabajar allí durante un tiempo.

Sí, hacen una rotación. La universidad apoya al hospital, que está a 1.000 kilómetros de Quito, justo en la frontera con Perú. De hecho, es un hospital que atiende a pacientes de poblaciones cercanas de Perú y también a indígenas de la Amazonia ecuatoriana. El hospital Franklin Tello es muy conocido por su historia en relación con las investigaciones en enfermedades tropicales. Tiene actualmente la calificación de hospital docente, y eso nos permite que los chicos vayan allí a hacer sus prácticas durante diez semanas.

El carácter social que adquieren en ese hospital les beneficia como médicos y como personas.

Ese hospital es interesante porque realiza una actividad comunitaria, que es el centro de su quehacer. El hospital tiene a su cargo la visita a comunidades indígenas. Es el único contacto que tienen los indígenas con la cultura occidental. Esas vivencias también van de la mano de la medicina tradicional, ya que, si hay algo que caracteriza al hospital, es que respeta la existencia de otras formas de ver y entender la medicina. De hecho, tanto la medicina convencional como la medicina tradicional aborigen indígena parecen estar de espaldas, la una contra la otra, y hay que recordar que la medicina aborigen es mucho más antigua que la nuestra. Hay que buscar, sobre todo, la manera de articular los dos saberes, desde el respeto y la generosidad. Porque el curandero de la selva no necesita demostrar que es un sabio y publicar un artículo en una revista científica para cumplir con su cometido allí.

¿Por qué ha escogido el aprendizaje basado en problemas y la medicina basada en evidencias para su lección inaugural?

Llevo 30 años, media vida, dedicados a la educación médica, en particular, y a la educación superior, en general, y he fundado dos facultades de medicina en Ecuador, y este nuevo modelo, que ya no es tan nuevo, pero que sigue siendo desconocido o no utilizado por la visión tradicional de la formación, es innovador y permite que los estudiantes se empoderen en el aprendizaje. Se trata de un aprendizaje que está centrado en el estudiante y, por lo tanto, el profesor deja de ser el eje de la educación y se convierte en un facilitador del aprendizaje, en tanto que los estudiantes son los gestores del aprendizaje. Y, por otra parte, la medicina basada en evidencias es una corriente que nació en Inglaterra y que ha cambiado el mundo de la ciencia en estos últimos 30 años, porque ha demostrado que los ensayos clínicos, las revisiones sistemáticas, el metaanálisis…, es decir, la evidencia dura, deben ser integrados en la práctica habitual, para hacer una medicina más científica.

¿El rumbo o el futuro de la educación actual va hacia ese modelo del aprendizaje basado en problemas?

La educación actual se encamina, precisamente, a ese aprendizaje basado en problemas o basado en casos. Después de la pandemia, en la pospandemia, hemos tenido que aprovechar la experiencia, que para la UNED no es nueva, del aprendizaje on line, y en la actualidad se pregona un aprendizaje personalizado, como un aprendizaje a la carta, para cumplir con las expectativas de cada estudiante. La formación del adulto difiere mucho de la formación de los chicos y debe mediar un interés y, por lo tanto, la personalización de la formación es el futuro, y el futuro está hoy mismo. El aprendizaje basado en problemas y la aplicación de la inteligencia artificial se complementan perfectamente, y pienso que vamos a tener una migración de la formación tradicional al uso de técnicas o de herramientas innovadoras para la formación superior.

Ese tipo de educación exige del profesorado un rol más activo. ¿Cuesta que los profesores adopten ese nuevo papel?

Al contrario. El docente tiene que convertirse en un facilitador, y el mejor tutor del aprendizaje basado en problemas es el que habla menos, para que sean los estudiantes quienes tomen la batuta del aprendizaje.

Su universidad es una de las mejores valoradas de Ecuador. ¿Qué destacaría de ella?

La UTE es una universidad laica, particular, sin fines de lucro, que está financiada por el Estado ecuatoriano. Recibimos un gran aporte estatal en asignaciones para becas. Estamos en este momento en el quinto lugar en el ranking general y somos la universidad que más publica y la que más impacto tienen sus publicaciones científicas en Ecuador. Estamos entre las 60 mejores universidades de Latinoamérica, entre las 1.800 que hay. Es una universidad joven, porque tenemos poco más de 50 años, pero lo interesante de esta universidad es que no tiene dueño. La institución es dueña de sí misma. Fue fundada por un grupo de exestudiantes de un colegio de jesuitas, como una obra social para implementar las carreras técnicas y tecnológicas.

Le imprime usted mucho valor al carácter social de sus proyectos. ¿Lo ve muy importante en la formación?

Por supuesto. Para la UNESCO, la educación es un derecho humano, y, sobre todo, quienes venimos del sur, entendemos que la educación a veces es un lujo. Nosotros tenemos estudiantes graduados de nuestra universidad que son la primera generación de su familia que ha llegado a la universidad, porque la formación tradicional ha sido excluyente o solo ha ido dirigida a la gente que puede pagar, y las universidades públicas son demasiado elitistas, en cuanto a la exigencia de un puntaje muy alto para el acceso, lo cual es una pescadilla que se muerde la cola, porque acceden a las universidades públicas no la gente más pobre, sino quienes han tenido la posibilidad de estudiar en los mejores colegios. Esa es la paradoja de la universidad pública en Ecuador: acceden a la universidad los que más dinero tienen, porque son los mejor formados para alcanzar unos puntajes más altos, en tanto que los estudiantes de provincias no tienen dónde estudiar. Y la UTE es la universidad de este grupo de estudiantes. Tenemos estudiantes de las 24 provincias de Ecuador, pero nuestro target son los chicos que no han podido acceder a las universidades públicas o que no tienen el dinero suficiente para ingresar en las universidades privadas, porque estas son demasiado caras.