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“Ayudando a los niños en sus tareas recibo generosidad, ternura y bienestar; colaborar con ellos me facilita el día a día”.

Entrevista a Mª Esperanza Villacastín Eraúl, estudiante del Grado de Derecho en la UNED de Tudela y voluntaria de Cruz Roja. Colabora brindando apoyo escolar a los más pequeños.

3 de julio de 2012

Desde que era niña, Esperanza siempre tuvo dos ilusiones. Curiosamente, ahora, a sus 67 años, ha visto cumplidos sus dos deseos. El primero de ellos, estudiar Derecho.

He tenido siempre una ilusión imperante de estudiar Derecho. Sin embargo, debido a la época que me tocó vivir, las opciones eran nulas. Los desplazamientos eran muy difíciles. No se podía pero yo siempre lo tenía ahí. Llegó un momento que dije: me voy a informar. Y así comenzó todo. Hace unos años comencé a cursar algunas asignaturas sueltas y en la actualidad estoy realizando el segundo curso”.

Y el segundo de sus deseos, ayudar a los demás.

“El voluntariado es algo que sale de cada uno. Es un bien recíproco: no sólo tú das sino que la otra parte también da. Sin esperarlo recibes algo a cambio. Creo que todos deberíamos ser voluntarios en la medida en que podamos”.

Desde hace unos años Esperanza es voluntaria de Cruz Roja. Inicialmente, colaboró en “Chiquiticasa”, una iniciativa que consiste en acompañar a los niños, de entre 2 y 7 años, a un Centro Cívico para que jueguen con otros niños.

“Lo que hacemos, básicamente, es guiarles. Ellos, además de jugar, aprenden a compartir”.

En su segundo año en Cruz Roja, Esperanza fue asignada como voluntaria de apoyo escolar para ayudar en las tareas escolares a los más pequeños.

Cruz Roja tiene un proyecto que consiste en que los voluntarios ayudemos en sus tareas escolares a aquellos niños a los que les resulta difícil hacerlas en casa. Vienen todos los días después del colegio. En mi caso concreto, yo les ayudo en matemáticas, lenguaje, conocimiento del medio e inglés. Es un proyecto en el que estamos todos coordinados: los tutores, los padres y los voluntarios. Ayudando a los niños en sus tareas recibo generosidad, ternura y bienestar; colaborar con ellos me facilita el día a día. Los niños tienen el corazón limpio; hasta el niño que da patadas tiene el corazón limpio”.

La inocencia, cariño y espontaneidad de los niños sorprende, en muchas ocasiones, a los voluntarios. Otras veces son los mayores los que buscan sorprenderles a ellos. Despertar su interés y su motivación no es difícil.

Un día, en clase, un niño trajo un libro con una dedicatoria que decía ´Para Idoya, la niña que lee con dos dedos´. Y se despertó la curiosidad del resto de niños que me preguntaron cómo una niña podía leer con dos dedos.

Al día siguiente, llevé a clase un órgano para ciegos, en miniatura, que había traído de uno de mis viajes y una fotografía de una mujer invidente que tocaba “La vie en rose”. También llevé un alfabeto para invidentes.

Y así conseguimos que los niños aprendieran que existe un alfabeto para personas ciegas. De hecho, escribieron una palabra en braille: madre. Así descubrieron cómo leía una niña con dos dedos”.

Y a pesar de que la esencia de la vida es avanzar e ir hacia delante, la crisis también está azotando al voluntariado de manera notoria. La reflexión la hace la propia Esperanza:

“Con tantos brazos cruzados… ¿por qué no hay más voluntarios? Parece que la crisis nos ha paralizado a todos”.

Llena de vitalidad, alegría y optimismo, nuestra voluntaria cree que “por muy larga que sea la tormenta, el sol, al final, siempre brilla entre las nubes”. Y es que en todos los rincones del mundo existen personas, como ella, que contribuyen a crear un halo de luz y, cómo no, de esperanza.

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