Los últimos datos publicados por Sanidad alertan acerca de un aumento del 0.7% en el consumo de ansiolíticos y somníferos entre adolescentes entre 2019 y 2021. Aunque se precisarían estudios más complejos para atribuir una relación causal directa entre la pandemia y aumento del consumo de hipnosedantes con o sin receta, a priori parece ser uno de los motivos generadores de este tipo de comportamientos en la población más joven. La incertidumbre originada por falta de experiencia en brotes epidémicos de estas características unida al aislamiento, el miedo ante el contagio o la posibilidad de enfrentarse a la muerte (propia o de personas cercanas), generan en las personas tensión, sufrimiento, desmoralización por la pérdida de actividades preferidas, sensación de impotencia, soledad, aburrimiento, tristeza o aislamiento. En el caso de los adolescentes su impacto es aún mayor porque se encuentran en un importante momento de desarrollo personal, especialmente en lo que concierte a los aspectos relacionales con sus iguales. La pandemia ha limitado las relaciones entre personas a nivel físico, esenciales también para una generación habituada a relacionarse de forma virtual. Prueba de ello es que, tras el confinamiento, hemos podido observar cómo los adolescentes necesitan salir y reunirse con sus iguales.
Ante esta situación de estrés y ansiedad, se abre una doble vía: el adolescente puede mejorar su resiliencia y tolerancia a la frustración o, por el contrario, puede optar por “dormir” o tranquilizar aquello que le inquieta utilizando para ello un medicamento al que en muchas ocasiones accede sin receta médica.
Las mujeres consumen más hipnosedantes
Tal y como manifiesta Luis J. Fernández, esta circunstancia no sólo acontece en edades adolescentes: en general las mujeres utilizan más ansiolíticos y depresivos, aunque es importante destacar que en edades adolescentes los chicos admiten utilizar más drogas ilícitas y alcohol que las chicas. Según el Ministerio de Sanidad, en los últimos treinta años, casi 2 de cada 10 adolescentes admiten consumir ansiolíticos, y un 4% lo hacen a diario. Una vez que comienzan a hacerlo, su consumo perdura durante la edad adulta. Sin duda una situación preocupante sobre la que debemos reflexionar y permanecer alertas.
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