“Es difícil gestionar la ignorancia y la incertidumbre. Por eso, la rabia, la apatía, el miedo o la angustia son reacciones habituales en los adolescentes cuando tienen que elegir su futuro profesional”. Así ha arrancado el monográfico “Cómo ayudar a tu hijo a elegir su futuro profesional. Taller para padres”, impartido por la psicóloga Teresa Martínez y organizado por la UNED de Tudela y por ESIC Navarra.
“Cualquier periodo de transición genera confusión. Por eso, es importante que los padres mantengan una actitud que no sobrecargue a los hijos. A veces, por cómo se les pregunta sobre su futuro, se les da a entender que tienen que saber lo que quieren”, ha explicado Martínez. Según la experta, es clave entender que la carrera es importante, pero no determinante. De lo contrario, los chavales pueden experimentar una “sensación de irreversibilidad”. "Frases como ‘es muy importante lo que decidas ahora’ o ‘lo que elijas marcará tu vida’ pueden, sin darnos cuenta, añadir estrés en nuestro hijo”, explicó. Y sugirió “el análisis interno y la investigación” como “fundamentales a la hora de elegir a qué quieres dedicarte”.
En primer lugar, indicó que es conveniente que los chavales se hagan una serie de preguntas básicas como ‘qué quiero’, ‘que me gusta’, ‘qué es posible’ y ‘qué es mejor’. “El objetivo es ayudar a los chicos a identificar sus competencias, destrezas y habilidades, tanto personales como relacionales”, argumentó.
En la respuesta al ‘qué quiero’ entran en juego las limitaciones y también las capacidades de los chavales. “Muchos saben lo que se les da mal, pero les cuesta identificar qué se les da bien, no porque no tengan capacidad, sino porque no le dedican tiempo. Y eso ocurre porque la adolescencia se caracteriza por el ‘aquí’ y el ‘ahora’; no existe la sensación de futuro”, expuso Martínez.
En la respuesta al ‘qué me gusta’, entran en juego valores, intereses y preferencias. Y preguntó al público: “¿Qué películas ve su hijo?, ¿qué lee?; es cuestión de pensar en qué actividades le hacen disfrutar”, explicó. “En algunos casos es muy fácil identificarlo, porque vemos que, desde pequeño, a nuestro hijo le gusta desarmar máquinas, ayudar a los demás, practicar deportes de riesgo… Otras veces no es tan evidente”, dijo. Lo fundamental es que reflexionen en qué son buenos, pero siempre teniendo en cuenta que no es una cuestión determinante. “Puede darse el caso de ser bueno en matemáticas pero no disfrutar con las cosas técnicas”, apuntó. “Sería interesante, pues, hacerse una pregunta que vaya más allá: ‘¿Qué es lo que te gusta más dentro de aquello que se te da bien?’”.
En cualquier caso, Martínez dejó claro que, aunque el futuro profesional tiene que ver con la vocación, no siempre se consigue desempeñar una labor vocacional y no por eso se es menos feliz. “Lo importante es disfrutar con lo que se hace pero, a veces, se crea el placer después de estar desempeñando esa tarea. La vocación también puedes creártela tú mismo”, afirmó.
Para poner en marcha todas estas preguntas en la mente de los hijos de los presentes y ayudarles así a decidir, Martínez les presentó el cuestionario ‘Descubrir y desarrollar tu perfil profesional’, elaborado por ella misma. “Lo importante no es tanto el resultado final sobre el perfil que más encaja con nuestro hijo, sino el proceso que tiene que llevar a cabo para averiguarlo, las preguntas que tiene que hacerse”, subrayó.
Otra fase importante de la investigación propuesta por Martínez consiste en analizar diversos puntos como las alternativas que tengo y que áreas de conocimiento o asignaturas incluyen (información disponible en las páginas de las universidades), las salidas profesionales que tiene esa opción (en qué consiste dicho trabajo, qué se hace, qué aporta a la sociedad…) y, finalmente, qué necesito saber, aprender y desarrollar para dedicarme a ello.
“La confusión se debe, muchas veces, a la falta de información. El único riesgo de la búsqueda es la cantidad de información que ofrece la red. Por eso, es importante realizar primero un trabajo interno que nos ayude a seleccionar las opciones que más nos interesan”, aseguró. Por ejemplo, ayuda mucho reflexionar sobre qué características me gustaría que tuviera mi trabajo, de acuerdo con mi personalidad. “Hay gente a la que le motiva la tranquilidad, la estabilidad, hacer lo que otros le manden, no darle muchas vueltas a la cabeza… mientras que otros prefieren experimentar el cambio, la novedad o la movilidad”, señaló.
La paradoja se produce cuando queremos que los hijos investiguen, pero les pedimos que lo hagan rápido. “Consideramos, por nuestra cultura, que dudar es malo”, dijo. “Pero, ¿por qué?”, se preguntó. “Es normal que un chaval no sepa qué quiere hacer. Además, cuantas más posibilidades tenga que explorar, más le costará tomar una decisión. La actitud que los padres tienen hacia la ignorancia es más importante que la propia ignorancia”, aseguró.
También hay otros obstáculos, al margen de la ignorancia, que pueden surgir en el proceso de elección de una carrera. “¿Qué ocurre cuando nuestro hijo nos dice que quiere hacer bioquímica y está rozando el suspenso en las asignaturas del instituto que tienen que ver con esa carrera?”, lanzó a los asistentes. Y respondió: “Si realmente quiere hacerlo, porque nota que tiene esa inquietud, que lo haga. Le resultará difícil, sí, pero que lo haga”, aconsejó Martínez.
Los padres, inevitablemente, influyen en las decisiones de los hijos. Hay algunos que dicen: “Tú elige lo que tenga más salida”. Otros, por el contrario, aconsejan: “Tú, aunque tardes, estudia lo que te gusta”. En este sentido, Martínez aseguró: “Muchos chavales lo pasan mal porque lo que ellos quieren para sí no les gusta a sus padres”.
Actualmente, las carreras que más solicitan los alumnos son Magisterio, Derecho Económico, Empresariales, Publicidad, Comunicación y, en general, todas las Ingenierías. “Sin embargo, más importante que la carrera, es la especialización que hagan después; el máster, por ejemplo, es ya un paso añadido, en base a la parte que te gusta de la carrera”, señaló.
Conflictos derivados del cambio y actitudes para minimizarlos
Martínez enumeró una serie de conflictos habituales que se presentan a la hora de elegir un futuro profesional: desear hacer algo, pero no saber el qué; disponer de varias alternativas en la misma línea pero tener dificultad para seleccionar; disponer de varias alternativas totalmente opuestas; tener miedo a las consecuencias de una decisión; sentirse obligado a hacer algo que no encaja con la identidad, los valores o las habilidades de uno o desear hacer algo incompatible con los recursos disponibles.
A continuación, Martínez indagó en la naturaleza de estos conflictos, para que los padres pudieran gestionarlos de manera adecuada con sus hijos. “Todas las emociones tienen una función positiva. El miedo, por ejemplo, te avisa de que hay un peligro. Mal gestionado, genera bloqueo pero, si hay peligro y lo sentimos, genera temeridad”, explicó.
“Lo que hay que tener en cuenta es que si una persona siente miedo y, además, se siente mal por sentirlo, está en peor posición que si únicamente siente miedo”, aseguró. “Cuando etiquetamos las emociones como malas, pasamos a un segundo nivel de sufrimiento, porque añadimos el sentimiento de culpabilidad”.
Para minimizar en la medida de lo posible este ‘sufrimiento’, Martínez presentó a los padres una serie de actitudes para hacer más fácil este periodo de transición de los chavales. En primer lugar, destacó la necesidad de ser coherente, íntegro y consistente. “El cómo lo dices influye mucho en el qué dices”, apuntó. También insistió en la importancia de argumentar. “Si le dices a tu hijo que tiene que estudiar, pero tú no estudiaste en su momento, es necesario que le expliques por qué es importante”. Otra actitud básica es el reconocimiento y apoyo incondicional. “Muchas veces valoramos a los hijos según condicionamientos diversos, como las notas, por ejemplo”. En tercer lugar, recomendó el ejercicio de una influencia indirecta en los hijos que les estimule en la investigación y, por último, recalcó la importancia de la exigencia y la disciplina, bien gestionadas. “Es muy doloroso que un chaval de 16 años deje los estudios”, concluyó.